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sábado, 10 de mayo de 2008

Manual de la Imperfecta homilia. XVIII

18. ACUPUNTURA HOMILETICA

Tal es el nombre del libro de W. Jetter “Homiletische Akupunktur” (Góttíngen, Alemania, 1976). Reproducimos algunas de las dos mil “agujas” que el autor dedica a las iglesias protestantes; pero que a todos pueden servir.

• LA HOMILIA

-— El que habla en público está expuesto a la contradicción. A veces los que contradicen son los oyentes. A veces, el Espíritu Santo.

-— Muchos sermones dejan la impresión de si valía la pena haberlos dicho.

-— Algunos dicen que la predicación es el opio del pueblo, como la religión. Pero es un opio que no crea adictos.

--— Si a la homilía no se le pide lo que no puede dar, es más fácil aceptarla.

-— Ya las antiguas teorías sobre la predicación decían que de un sermón se puede salir caliente, frío o tibio.

-— Las nuevas teorías de homilética dicen lo mismo, pero más científicamente, con números y estadísticas y razones profundas.

-— Es mucho más fácil criticar un sermón que hacer un buen sermón.

LA PREPARACION DE LA HOMILIA

-— Si el predicador no toma en serio la homilía, los oyentes suelen hacer lo mismo.

-— Muchos predicadores, mientras meditan y se preparan, piensan más en su sermón que en sus oyentes.

-— Los predicadores suelen estar a la caza de subsidios nuevos. Pero pocos acuden a escuchar a sus colegas. Y si van, es para ver lo mal que lo hacen.

-— Los sermones preparados con subsidios de ayer tienen fácil arreglo. Se pone la palabra “hoy” y ya está.

-— El que posee dos carreras y dos títulos, no necesariamente está por eso doblemente formado.

-— No por decir la última novedad se dice algo mejor.

-— No siempre lo último es lo mejor. A veces lo penúltimo es lo más válido.

-— Pero el que por seguridad siempre dice lo mismo, corre el peligro de alimentar a sus oyentes con conservas.

- Si el predicador no sabe lo que quiere y cómo lo puede conseguir, no llegará muy lejos.

- El que quiere siempre todo o nada, suele conseguir poco. Hay que contentarse con algo, y a menudo, con poco.

• ACTITUDES DE LOS OYENTES

-— No todo lo que gusta al predicador gusta también a los oyentes.

-— Los más buscan en un sermón lo que ya tienen.

-— Algunos evitan los sermones porque no dicen nada. Otros, porque dicen demasiado.

-— Los que prefieren sermones “edificantes”, quedan muy satisfechos cuando escuchan uno que lo es. Pero si resulta ser un sermón “progresista”, se reafirman en su opinión anterior.

-— Los que prefieren sermones “progresistas”, quedan muy satisfechos cuando escuchan uno que lo es. Pero si resulta ser un sermón “edificante” no por eso cambian de opinión: se reafirman en su gusto anterior.

- El que quiere permanecer como es, quiere que también la teología y la homilía permanezcan como son. Así puede estar más seguro.

LA HOMILTA Y EL TEXTO BIBLICO

-— Hay sermones en que el texto evangélico se esconde detrás de la explicación y no hay por dónde adivinar qué texto es.

-— La elección del texto suele depender del tema que el predicador quiere explicar. Y el texto no suele influir gran cosa en la homilía.,

-— El que tiene interés en hablar de un tema, medita tanto que al final el texto se adapta al tema.

-— El mejor texto no logra impedir que se digan de él cosas horrendas.

-— Sobre el mismo texto se oyen sermones tan distintos, que parecen sobre textos distintos.

-— A veces se empieza soñando con las fuentes del Jordán y al final se va a parar al Mar Muerto.

--— El texto bíblico sirve para todo.

-— El mejor modo de leer un texto es ponerse en la parte de los oyentes.

-— Algunos predican en dirección contraria al texto elegido.

-— El que predica contra un texto suele tener en la cabeza otro texto. Sería mejor que comentara éste otro.

-— El que no toma en serio el texto evangélico, tampoco toma en serio a sus oyentes.

-— A veces la Biblia habla mucho más claro que los predicadores que quieren explicarla.

-— Lo que el texto quiere decir y lo que el predicador quiere decir no siempre coinciden.

-— La exégesis vale para todo. Se puede meter en el texto lo que luego se quiere sacar de él.

-— Dijo el predicador: “lo que yo os digo no vale nada; lo que os dice el evangelio lo es todo”; pero si eso lo afirman sus oyentes, no le hace ninguna gracia.

• EL MODO DE PREDICAR

- No es bueno que lo único fuerte del sermón esté en el micrófono.

- No por mucho gritar se convence más al auditorio.

- Demóstenes ejercitaba su oratoria en la playa. Los cantores ejercitan su voz ante el espejo. Algunos predicadores lo único que ejercitan es la paciencia de los oyentes.

-— El peligro mayor de los predicadores es la melancolía.

-— La homilética debería admitir a su lado a la antihomilética.

-— La crítica contra la homilética ha producido muchas teorías, pero no una mejor predicación.

-— Ya Lucas habló de las dos al hablar de las dos hermanas de Betania: el que predica, a pesar de todo, es como María; el que se afana por teorías y críticas, es como Marta; y María escogió la mejor parte.

-— Las frases ingeniosas gustan mucho. Pero cansan pronto.

-— Si hay mucho ingenio, brilla más el predicador que el evangelio.

-— También sin palabras difíciles se puede decir algo.

-— No por llamar “perícopa” al pasaje en cuestión, se hace uno entender mejor.

-— Apostrofar al público en el sermón, es un género muy antiguo en la historia. Ya Juan el Bautista lo hizo. Los fariseos le escuchaban con gusto, cuando reprochaba al pueblo. El pueblo, cuando apostrofaba a los fariseos. Hasta Herodes le escuchaba con gusto. Sólo Herodías no encontraba satisfacción en esta clase de sermones.

-— La ironía es mala compañera de la homilía. Sólo vale cuando se hace con amor y cuando la ironía es irénica.

-— Si se tarda mucho en los prolegómenos del sermón, se cansan los oyentes antes de llegar a la sustancia.

-— Al éxito de un buen sermón pertenece el acabarlo a tiempo.

-— Cuando el sermón es demasiado largo, lo único que se consigue aumentar es el aburrimiento.

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