Estudios

Estudios y documentos de interés para sacerdotes
AVISO. Desde el 21 de julio de 2008 los nuevos documentos que se publiquen sólo aparecerán en www.sacerdotesyseminaristas.org

jueves, 8 de mayo de 2008

Manual de la Imperfecta homilia. VII

7. HOMILIAS DE ECO

Eco: repetición de un sonido reflejado por un cuerpo duro (Diccionario de la Lengua Española). Se suplica no confundir los peces con los panes.

Cada homilía tiene su perfume. Huelen unas a sagrario, urdidas en los telares de la contemplación. Otras despiden sutiles polvillos de escritorio, muy vertebradas de teología y patrística, ex fontibus revelationis. Otras, en fin, huelen decididamente a gasolina, con lo que ha subido el precio, medio ideadas entre el ajetreo pastoral y sus anexos, en el ir y venir del hospital al seminario, del confesonario al bautisterio, de la notaría al círculo de obreros, del salón parroquial a la inspección de una barda caída, de la reunión con la Archicofradía de los Dolores a la merienda con Doña Jesusita. La prisa, su majestad la prisa. Caminata o sacerdocio contra el reloj.

No es que el padre José María sea un irresponsable de su ministerio profético, ni lo permita Dios.

El pobre se deshace, se multiplica y en caso ofrecido se biloca. Diez años de ordenación sacerdotal, capellán segundo en un santuario tapizado de peregrinos, retablos y cascarillas de cera en el piso. Todo por un Cristo doliente y ensangrentado.

El padre José María también tiene su perfume. ¿Agua y jabón, chanel, lavanda de azahar? A juicio de las vejezuelas de la misa de seis de la mañana, el padre Cherna vive en olor de santidad. Pero la prisa. Trabaja por seis. Hormiga, abeja, pájaro carpintero. El celo de la casa de Dios lo devora.

Comed it me, podría ser el lema de su probable episcopado o el epitafio de la segura tumba. No se da abasto entre esas oleadas de romeros que vienen a pagar sus mandas, a dejar muletas los antiguos semiparalíticos, a llorar sus pecados las ex- magdalenas. Y con esto y con aquello, llega la misa de seis de la mañana. Domingo 21 después de Pentecostés.

—Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (14, 15-21).

—Gloria a ti, Señor.

—“En aquel tiempo, al caer de la tarde, sus discípulos se llegaron a Jesús diciéndole: El lugar es desierto y la hora es ya pasada, despacha a esas gentes para que vayan a las poblaciones a comprar que comer. Pero Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse, denles ustedes de comer. A lo que respondieron: No tenemos aquí más de cinco panes y dos peces. Díjoles él: Tráiganmelos acá. Y habiendo mandado sentar a todos sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, los bendijo y partió; y dio los panes a los discípulos y los discípulos los dieron a la gente. Y todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró, recogieron doce canastos llenos de pedazos. El número de los que comieron fue de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Esta es la palabra de Dios”.

—Alabanza a ti, oh Cristo.

—Siéntense un momentito por favor. No es verdad, pero es un consuelo. El padre Cherna hace largas las homilías porque no tiene tiempo de hacerlas cortas.

Los fieles se sientan obedientes y cabizbajos. Aparece el sacristán, el rostro metafisico, charola en mano para el sagrado rito de la recolección. Los monaguillos aprovechan la coyuntura para hacer mutis entre las cortinas de gasa que condecoran el altar mayor. El predicador guarda un minuto de silencio. ¿Duda, oración, hacer memoria, buscar el cabo de una idea?

—Muy amados hermanos en Cristo Crucificado: El Evangelio de este domingo nos narra que Jesús andaba en un lugar desierto. Lo seguía una gran multitud que sin duda tendría hambre, pues era ya muy tarde. Entonces los apóstoles le dijeron que despachara a la gente a ver si hallaba algo de comer por ahí en los pueblos cercanos. Pero nuestro Señor, que era tan bueno, no aceptó la proposición de los apóstoles, sino que les preguntó si ellos traían algo de comida. Los apóstoles sólo tenían dos panes y cinco peces (evidente lapsus unguae). Entonces nuestro Señor levantó los ojos al cielo como en actitud de adoración y súplica hacia el Padre celestial que nada podía negar a su Hijo (cómo?). Luego bendijo los dos panes y los cinco peces (lapsus memoriae) y según los iba partiendo se iban multiplicando en un verdadero milagro de amor y misericordia. (El padre José María respiró).

Nuestro Señor hizo sentar a -todo aquel gentío para que comiera a gusto. El Evangelio dice que había hierba en aquel lugar, señal que era tiempo de primavera. Hizo que los apóstoles repartieran la comida y todos comieron hasta saciarse. Amadísimos hermanos, cuántos panes y peces no multiplicaría Nuestro Señor que de las sobras se llenaron doce canastos, imagínense ustedes. Y eran cinco mil hombres sin contar a las mujeres y a los niños que debieron ser mucho más que los hombres, que es lo que pasa siempre. Los hombres no vienen a misa ni a confesarse. Los hombres no comulgan, los hombres no asisten al rosario, no salen de la cantina. (Desde el fondo de sus tápalos negros, las mujeres asentían con la cabeza). Pidamos a Dios, amadísimos hermanos, que nos aumente la fe para que siempre hagamos su voluntad, y que si nos enfermamos y tenemos penas, aquí está la imagen bendita y milagrosa de este Cristo Crucificado, dispuesto a multiplicar sus gracias como dice el Evangelio de este día”.

—Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso...

La técnica homilética del padre José María no puede ser más práctica, sobre todo tomando en cuenta la prisa y el trabajo que abruman al venerable clero del Tercer Mundo.

Insiste en repetir el evangelio, decirlo otra vez, traducirlo —tradutore, traditore— a sus propias palabras sin ponerle ni quitarle. Aunque se aceptan algunas breves disgresiones y comentarios personales; así por ejemplo, la hermenéutica climatológica del padre José María nos hizo favor de aclarar que la escena evangélica se sitúa en la primavera, pues en aquel lugar había mucha hierba. La prueba vegetal es contundente.

Si se acaban de leer, despacio, sabrosa y clara-mente, los textos bíblicos en su original, ¿para qué medio destrozarlos tratando de repetirlos a su manera? ¿No basta la alusión en lugar de la repetición? Por otra parte, la homilía no consiste en la lectura literal o casi de un trozo bíblico, sino en el ejercicio personal del ministerio profético que compete al sacerdote. El texto bíblico no es la predicación sino el alma y el punto de partida de la predicación.

Es el alma. “Dei verbum” del Vaticano II, 21 y 24: “La homilía ha de nutrirse saludablemente y vigorizarse santamente con la misma palabra de la Escritura”.

Es el punto de partida. “Sacrosanctum concilium”, 35: “Se recomienda encarecidamente como parte de la misma liturgia, la homilía, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana”.

El padre José María no parte de los textos sagrados, los parte, que es otra cosa. Tal vez por una de esas huellas del subconsciente o fijaciones freudianas que vienen desde la infancia. Cuando era muy pequeño solía jugar con un reloj de repetición que guardaba su abuelo en la mesilla de la recámara.

Su Señoría, el ilustrísimo canónigo, bonete en mano, borla blanca de Teología por la Pontificia de Salamanca, ¡nada!, alba espumosa a dos agujas, quebradizo de carnes, sutil, transparente, predicaba aquel mediodía de adviento, sea dicho con Rubén Darío, “un aire suave de pausados giros” ante un público variopinto de amas de casa, obreros de diversas fábricas, un evidente grupo de jóvenes deportistas, camiseta a rayas, y la explosión demográfica a sus anchas, los niños lactantes sollozaban a dúo.

—Amados fieles en Cristo Nuestro Señor.

No hay comentarios: