5. HOMILIAS SIN ARGUMENTO
Donde se pondera la eficacia de las homilías sin argumento. Y se confirma lo dicho por el ejemplo de los moluscos, el Escorial el Altar de
Un amigo trabaja para una revista transnacional. Bien pagado, como que su trabajo no es para menos. Cada mes tiene que condensar una novela de trescientas páginas en treinta. Volcar el mar en el agujerito de
Un trabajo de miniaturista, éste de ir quitando hoja por hoja, pero sin tocar el tronco; pues lo que interesa es dejar intacto el argumento, esta idea central en torno de la cual giran los episodios secundarios y desprendibles. Con la lectura del argumento ya tienen los lectores superficiales para presumir de que leyeron la novela.
El trabajo que mi amigo con heroica paciencia puede realizar sobre una novela, acaso le fuera imposible hacerlo sobre una homilía. Porque si se dedica a quitarle el follaje, el tronco de muchas no aparece, por la sencilla razón de que no tienen tronco.
Hay homilías sin argumento. Homilías-molusco, invertebradas y blandengues, pasta cremosa, gelatina escurridiza. Imagínese usted una novela, un filme sin argumento.
La imperfecta homilía no tiene contenido. Vacía, vaciada de cualquier argumento claro y coherente. No dice nada, no enseña nada, no aclara nada, no activa la fe de nadie. Naranja destilada por el extractor de jugos. Cáscara seca.
Si al salir de la misa dominical, preguntas a los fieles, tan fieles como que aguantan nuestras homilías, de qué habló el predicador, cuál fue el tema de su predicación, la gente no podrá decirte el argumento en dos párrafos, ni hacer la síntesis de lo que oyó, porque lo que oyó no era reductible a síntesis.
El predicador, habló de esto y de aquello, amontonó materiales sin darles forma, se anduvo por las ramas, rozó cinco o seis ideas distintas, anduvo como mal futbolista paseando el balón por toda la cancha, pero sin introducirlo al marco donde se anota la victoria.
Homilía fácilmente oíble en cualquier iglesia. El padre, micrófono gangoso en mano, ensarta la voluntad salvífica de Dios con el bautismo, la resu-rrección de Cristo, la minifalda y la necesidad de una fe adulta.
Una homilía de Pentecostés mezcla la gracia santificante con el don de lenguas, la confirmación con las misiones en tierra de infieles, el ecumenismo con
Homilía sin tema, sin tema porque le sobran temas, porque en vez de elegir uno, claro y preciso como la línea recta, zigzaguea y ondula acumulando temas y subtemas, ninguno de los cuales va a poder desarrollar el orador, simplemente porque los ocho minutos de predicación apenas dan para desenvolver un solo tema.
La imperfecta homilía no es el triunfo de la línea recta como El Escorial, sino la apoteosis arborescente del barroco, el Altar de
Las tres lecturas de la liturgia dominical, como una sinfonía, tienen su tema. Es preciso buscarlo. ¿De qué tratan? Resume su pensamiento esencial en una frase. Y habla de eso, solamente de eso, nada más de eso.
Voy a decir a los fieles por qué Cristo es salvador, voy a explicarles cuáles son los efectos del bautismo, o cómo deben recibir el sacramento de
Hablando de muchos temas, no se habla de ninguno. La mezcla de varias ideas expuestas al mismo nivel impide resaltar una en concreto. Se divaga, pero no se aclara ni profundiza el punto clave de los textos bíblicos del día. Nada de aventurarse por dudosas carreteras alimentadoras. La autopista al frente, “sempre diritto” que dicen los italianos, y llegas, seguramente llegas.
—,Cuántas misas dominicales celébranse aquí, en la ciudad episcopal?, pregunté al señor obispo.
—300 misas, me contestó.
—300 homilías, 300 mítines en favor de Jesucristo. Qué diera cualquier partido político por tener 300 mítines a la semana.
El
Como notara que la asistencia a misa dominical disminuía, el padre Nicanor puso en la puerta del templo un letrero anunciando: “Sermones nuevos, no son los que he repetido en los últimos diez años.
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